Dos mil empleados, 210 socios-productores, además de una producción anual de 80 millones de plantas injertadas de vid y una presencia comercial que se extiende por 35 países del mundo. Estas son las cifras de una empresa, Vivai Cooperativi Rauscedo, que ha sabido transformar una tierra estéril en la primera zona del mundo dedicada a la producción de plantas de vid.
Una cooperativa protagonista de una historia de renacimiento, transformación y desarrollo iniciada en 1920, cuando la invasión de la filoxera en Europa convirtió en sombrío e incierto el futuro de nuestra viticultura. Fue justo entonces, en el momento en que el sentimiento de lo sagrado que siempre había impregnado la relación del viticultor con la naturaleza, perdió de vista su fruto, que en Rauscedo el ingenio humano hizo enraizar el más bello ejemplo de resiliencia: el injerto. Fue una feliz intuición que permitió infundir savia nueva a la viticultura europea y poner las bases para aquellos que acabaron siendo los líderes indiscutibles del vivarismo vitivinícola, los Vivai Cooperativi Rauscedo.